Lo que nos contempla. La transformación como gesto en el documental contemporáneo.
A cargo de Marta Andreu

 “Las imágenes más bellas, las notas más sublimes se componen, se descomponen. Sólo una queda, una enorme belleza que pasa de una forma a otra, en constante apertura, en constante cambio, si bien es cierto que no se la puede retener eternamente (…)” en Lenz de Georg Buchner

Mirar es participar de lo mirado. No sólo porque nuestra mirada fílmica queda incluida en ello. También porque quien mira comparte el mundo que filma con aquello que es y se mueve delante de su cámara.

Capturar ese movimiento es transmitir lo que nos atraviesa al mirarlo, al vivirlo, al dejarnos tocar por él. Para llegar a esa representación, construimos en imágenes y sonidos las mismas relaciones que se tejen entre las cosas del mundo que capturamos con la cámara, convirtiéndonos en una suerte de medidores de distancias, en capturadores sensibles de lo que se extiende entre unas y otras. Y con ello, en transmisores de lo que estas relaciones provocan en nosotros; una provocación que es un cambio, una transformación. Lo que filmamos cambia delante de nuestros ojos. Y nosotros cambiamos al mirarlo.

Lo que representamos no es la realidad. Tampoco nuestra mirada sobre las cosas. Realidad y mirada no son disociables. Lo que representamos es el vínculo. Y lo que lo caracteriza inevitablemente es que está en constante cambio. Nuestro deseo de atraparlo y fijarlo en imágenes no será colmado. Precisamente por ello nunca dejaremos de activarlo y ser impulsados por él: no dejaremos de representar. Ese intento imposible cambia, nos conmueve, nos interpela. Es una transformación que está delante y detrás de la cámara, hablando del mundo. También de nosotros.